SOBRE LAS PUNTO COM
(APPLE, GOOGLE, AMAZON, MICROSOFT, …):
EL ESTADO PACIENTE Y EL EMPRESARIO DEPREDADOR
En un
más que recomendable ensayo editado el pasado año con el título
“El estado emprendedor: mitos del
sector público frente al privado”
(Mariana Mazzucato, RBA editores) se argumentan -y documentan con
detalle- dos hipótesis nada frecuentes de encontrar sobre el origen
y las actividades de la empresas .com de tecnologías de la
información y la comunicación (TIC).
La
primera de ellas podría resumirse diciendo que la mayor parte de las
tecnologías que incorporan dichas empresas no estarían disponibles
de no haberse realizado antes numerosas investigaciones financiadas
por dinero público (en no pocos casos vinculadas al sector de la
defensa), y la segunda consistiría en comprobar cómo esas mismas
empresas son reacias a soportar las cargas fiscales que se ajustarían
a sus actividades y volumen de negocios.
Son
dos hipótesis muy de agradecer porque en su ausencia el relato
oficial es muy otro. Así, por ejemplo, en un documental titulado
Something Ventured, Something Gained,
el papel del Estado no se menciona ni una sola vez durante los
ochenta y cinco minutos dedicados a describir el desarrollo de
Silicon Valley.
LA
HISTORIA NO CONTADA
En las
empresas de las TIC (o en las grandes farmacéuticas) se cobrarían
precios elevados a los mismos contribuyentes que previamente habría
financiado las investigaciones básicas que hay detrás de sus
productos (por ejemplo los iPod, iPhone y iPad; o el algoritmo que
hizo posible el buscador Google), investigaciones que no se podrían
financiar con los impuestos que esas mismas empresas evitan pagar.
Estado
emprendedor y empresarios depredadores: se socializarían los riesgos
de la investigación, pero se privatizarían los beneficios derivados
de las mismas.
Es así
como “… aquellos cuyo éxito
dependía de los bolsillos del gobierno, tan importantes para
financiar la innovación acabaron
vaciándoselos”. Un sistema
parasitario en el que “ … el sector
privado es capaz de extraer beneficios de un Estado al que, al mismo
tiempo, se niega a financiar”.
Hablamos de Apple, Google, Amazon o Microsoft (p. 283-286). Porque,
se pregunta la autora, “Después de
que Google haya obtenido miles de millones de beneficios, ¿no
debería devolver un pequeño porcentaje para financiar a la agencia
pública que financió su algoritmo?”.
En
estas empresas existiría aún otra forma de no redistribuir riqueza
hacia la sociedad que las hace posibles. Sucede esto cuando un grupo
reducido de sus ejecutivos perciben las mismas remuneraciones totales
que miles de sus compatriotas que son trabajadores de esas empresas
(página 280), por no hablar de compararlas con los ingresos de los
muchos miles más que lo son en países asiáticos.
p.d. Amazon empieza a mover ficha: desde mayo de 2015 empezará a pagar el impuesto de sociedades por sus ventas en España